domingo, 8 de enero de 2012

Todo se sabe!

Todo se sabe, tarde o temprano, todo sale a la luz. Hasta los hechos más inverosímiles suelen surgir sin previo aviso, de la grupa del camello más arisco, me comentaba mi amigo Abdul, cuyo padre había sido camellero en Istambul y de estas cosas sabía demasiado.
Mi tío Federico (Fred, para los íntimos) no estaba en su casa de Barrancas de Belgrano, casi nunca, se pasaba viajando, así que para poderlo ver, tenía que llamar antes. Una vez nos quedamos en encontrar en un boliche de Caballito a la hora de la merienda. Yo llegué a las cinco en punto y mi tío ya había ordenado dos docenas de media lunas de grasa, del tipo de las de antes, sin azúcar pintada por encima, como hacen ahora, bien crocantes y calientes, las mandó tostar, estaban riquísimas. El café con leche era el anexo obligado. Entre media luna y media luna, conversábamos animadamente. Yo le preguntaba sobre sus últimas andanzas, había sabido de su paso por Montreal y París.
Mi tío era elegante y parecía menor que lo que decía su documento, llevaba sombrero al tono o contrastando, haciendo juego con el traje o el saco que usara en ese momento. También usaba pañuelo en el saco. No hablaba demasiado, aunque era alegre, le gustaba cantar y siempre tenía alguna historia nueva y asombrosa que contar. Yo creo que me encontraba con él, más por esas historias que por otro motivo.
El tío se levantó de pronto a mirar un cuadro que había en el café y me dijo que el hombre que aparecía fumando una gran pipa y pantalones de montar, había sido uno de sus profesores de vida más notables. Se llamó Chilimbergo y si bien era una persona, también era un dinosaurio que podía cambiar de forma a su antojo. También, podía en cuestión de minutos aprenderse un idioma entero, sin dificultad alguna. En cierta ocasión, por una apuesta perdida, tuvo que ir al tibet a escalar el Himalaya y en el viaje de avión, diccionario en mano, aprendió a hablar varias de los dialectos sino-tibetanos de la región, para poder comunicarse directamente con los guías lugareños, a pesar de que alguno de ellos, seguramente hablaba inglés o francés.
De lo que me contaba mi tío, nada me extrañaba ya.
Entonces, siguió diciendo: Una mañana helada de enero, en plena rue St Catherine, de Montreal, Canadá –muy temprano, ya habían limpiado de nieve las calles-- Chilimbergo, que allá se llamaba Chillimberg y mi tío, iban caminando, cuando una ardilla se fue a meter en el bolsillo de su gabán, en medio de chillidos estridentes y risas contagiosas. Esta ardilla no era una ardilla común, era un hijo natural de Chillimberg, que también adoptaba formas estrafalarias para aparecérsele a su padre y pedirle dinero. Era un avezado jugador de poker y siempre ganaba, claro que así como la ganaba, inmediatamente la gastaba y a veces necesitaba quien le financiara alguna apuesta importante. Esta partida tendría lugar esa misma noche en el Hilton y no se la podía perder. Chillimberg le hizo un cheque por un millón de dólares canadienses y le puso siete días de plazo de devolución con un interés de tan solo el 10% semanal.
Stevie desapareció en el bosque con el cheque flameando entre sus poderosos dientes de roedor y ese día no volvimos a saber de él --contaba el tío-- mientras ordenaba otra docena de croissants, es decir, media lunas de grasa, a un mozo pachorriento y asombrado, por la forma poco usual de hablar y gesticular de mi tío Fred.
Tomamos un taxi, con Chillimberg, hacia su casa –seguía diciendo el tío-- y nos sorprendió una tormenta de nieve, así que, el chofer aminoró la marcha, para no resbalar por el traicionero hielo negro. Apenas llegamos, el mayordomo, avisó que el almuerzo estaría listo a las 13 hs y que estaba invitado a comer el alcalde de la ciudad.
A Chillimberg no le hacía mucha gracia la compañía del alcalde, pero no podía decirle que no viniera y tampoco a mi tío le gustaba el alcalde, pero tenía que solidarizarse. Así que idearon una manera de verse libres de él lo antes posible.
Jugaron una partida de poker y a la una en punto, apareció Jean Drapeau, abogado y político que sirvió como alcalde de Montreal desde 1954 hasta 1957 y desde 1960 a 1986. Tomaron unos tragos y fueron a la mesa. El pato a la naranja y demás estuvieron deliciosos y entonces jugaron la estratagema, recibieron una llamada, ambos al unísono (ya orquestada de antemano) y ambos hicieron como que hablaban con alguien de Argentina que les avisaba que estaba muriendo un personaje muy importante y que pedía por ellos antes de fallecer.
Así que, ambos se despidieron del alcalde Monsieur Drapeau y salieron corriendo en dirección al aeropuerto. Partieron en cambio a París, donde ambos tenían una cita con otro dino, al que el vulgo llama aún, Nessie, el monstruo del lago, Loch Nesse, en Escocia.
Al llegar al Place Hotel de Paris, donde la secretaria de Chilimbergo ya había reservado dos suites separadas, recibieron un mensaje de Stevie, la ardilla. El hijo de Chillimberg, ya le había depositado en su cuenta de París, el millón prestado y los cien mil dólares canadienses de intereses, aunque no habían transcurrido más que dos días, parece que le había ido espléndidamente en su partida de Poker en el Hilton de Montreal.
Más tarde se encontraron con Nessie y todos con sus enormes bigotes y grandes pipas, fueron a ver una presentación más del “Barbero de Sevilla” en el teatro de L’Odéon, esa noche de crudo invierno, luego irían al folies bergere y después decidirían cómo rematar la noche con algunas espléndidas dinosaurias francesas, famosas por sus dones y atractivos capaces de enamorar hasta al dinosaurio más picaflor del planeta.
Dónde empieza la fantasía y termina la realidad…?

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