miércoles, 6 de junio de 2007

REVIVIR

Tras una lluvia flaca,
con sincopado tedio,
un ave nocturna chilla;
de un sueño al otro

pasó el día
y el mantel de tinieblas,
secuestró luna y estrellas.
La náusea febril

del desamor nocturno
recuerda el misterio astral

del desencuentro
con fragancias
de sándalo y mirra.
Oropeles, vagabundeos

y montes de horas luengas
no lograron disipar penas,

ni tejer hilos de olvido.
La tregua fragmentada

de una noche infinita
da lugar a tenues rayos

de una alborada distinta.

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