lunes, 13 de febrero de 2012

VIDA EN LA COSTA

El verano en su plenitud brillaba en toda la comarca, las playas se llenaban de gente buscando el fresco del agua de mar, la brisa de la costa y las bondades del astro en horas tempranas o tardías.
Después de una semana canicular, el cielo se pobló de nubes oscuras y ya era inminente la tempestad, cuando aparecieron en el cielo formando una enorme V, una fila de patos salvajes que recalaron en la bahía y con gran algarabía comenzaron a zambullirse sobre un cardumen que tranquilamente transitaba esas aguas.
La lluvia no se hizo esperar y solamente quedaron a la vista, los patos salvajes pescadores en el este y algunos surfistas, en la parte oeste, que no se arredraron ante la tempestad.
Yo comenzaba vacaciones, después de muchos meses de trabajo arduo y estaba fascinado ante el espectáculo, buscando los distintos ángulos, luces y sombras, filtros, etc, logrando fotos hermosas para admirar luego, cuando volviera a casa.
De pronto allá a lo lejos divisé unas toninas o delfines grandes, que se sumaron a la pesca de los patos, con la consabida disconformidad de éstos, que se abalanzaban amenazadores hacia ellos, como si fueran capaces de taladrarlos con sus picos.
Ahora una garúa apenas cantaba sobre las rocas, arena y vegetación a mi alrededor.
¡Qué fantástico espectáculo y yo era el único afortunado, capaz de disfrutarlo doblemente, al verlo y grabarlo, para seguirlo viendo cuantas veces quisiera!
Me acerqué más y coloqué lentes más potentes en la cámara, para divisar los eventos más alejados del escenario y pude fotografiar varias veces una gran ballena jorobada, que se acercaba con su cría y su chorro de agua inconfundible.
Mi amiga Isa, apareció con su bicicleta, para avisarme que ya estaba lista la comida. Recogí las compras de verduras que ya había hecho y llegamos a la casa al mismo tiempo. Dejé el auto en la cochera y fui a la cocina a preparar la ensalada en un santiamén.
En ese momento, volvió a arreciar la lluvia, como si hubiera escuchado mi ruego, amante de las tormentas eléctricas y de las siestas con lluvia feliz tamborileando los techos de chapa y las ventanas de la casa.

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