
Rojos, ocres, dorados y marrones poblaban el espeso bosque.
Rosh era un viejo glifo aventurero, que había llegado a América del Sur hacía más de 50 años, después de mil peripecias vividas en el viejo continente, pasó una temporada tranquila en Gaimán,Chubut, circunstancia de la que ya dimos cuenta en este sitio y ahora continuaba haciendo de las suyas por todas partes donde alguien solicitara su generosa participación.
Ultimamente ha tenido que viajar por lejanas comarcas, cayó prisionero de indígenas que amenazaron ingerir su anatomía en crudo y por una causa fortuita, pudo zafarse gracias a sus conocimientos al salvar a la nieta del jefe, de morir ahogada con un carozo de damasco. También tuvo mucha suerte, cuando a raíz de una fiebre alta originada por vaya a saber qué enfermedad, se metió en una gruta donde corría un riacho de agua fresca y tuvo que defenderse de una manada de lobos que la habitaban.
En el medio de una noche tormentosa, un rayo lo iluminó y se sintió tocado por el espíritu de Odín, el dios vikingo. Tomó varios gijarros chatos del río y formó sus primeras runas, que ahora colgaban de su pecho. En un sueño brillante, concibió todo el conocimiento y tuvo la paz con la que siempre había soñado.

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