viernes, 23 de abril de 2010

V I E J O

La suerte estaba echada, nada más podía hacerse. El hombre devolvió sus útiles y se marchó.
La discriminación etaria es un hecho que se da en todo el mundo, aunque no en todos los ambientes. Hay algunas pocas comunidades dispersas adonde a los ancianos los veneran y les dan un papel preponderante.
En su país, en su ciudad, no es así, lo botan como a martillo que no da en el clavo.
Sin embargo, el hombre pretende seguir viviendo y gozando por lo menos, de algunos de los placeres de la vida, ya que ciertas cosas no se las permite su salud. Los años van dejando huellas y la fatiga de materiales se nota a su debido tiempo. Se cansa antes, aunque su determinación y orgullo personal, nunca le permiten abandonar algo inconcluso. Él es su juez más exigente. De pronto nota que jadea y se dice: –Esto es de viejo, no jadees hombre, respira normal, apura el paso, endereza la espalda, termina el trabajo, no mires el reloj hasta que acabes la tarea.
Antes de llegar a casa, se quita la gorra, para que no se note que tenía frío y que su mujer lo vea entero y galante como cuando era joven. Se peina el cabello ralo y acomoda el semblante con una sonrisa fresca, como si recién hubiera salido en la mañana. Algún temblor y un escalofrío recorren su cuerpo. Toma el chocolate que compró para ella y saca las llaves… ya los perros ladran dándole la bienvenida.

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