jueves, 29 de diciembre de 2011

Vuela el tiempo... y qué!?


El tiempo vuela... y siempre hay tanto que hacer! Empezamos trabajando duro el lunes y llega el viernes sin que logremos terminar lo propuesto, sintiéndonos culpables el fin de semana.
Entonces, se dijo nuestro amigo, optemos por no exigirnos tanto para la próxima semana. Basta con hacer una lista enumerada según las prioridades, pero sin fecha obligatoria. Haremos lo que sea posible, sin arrepentimientos. Así pensaba recordando las viejas enseñanzas de su maestro de wu-shu[1].
En estas cavilaciones estaba, cuando recibió el llamado de su socio que no entendía razones y lo apuraba constantemente. Nuestro amigo optó por terminar la sociedad y seguir por su cuenta.
Para empezar, haría una travesía por las montañas cercanas, para encontrar la paz y alegría tan añoradas.
Aprontó su mochila, una pequeña carpa, los elementos para pesca y caza liviana y algunos alimentos no perecederos y a la mañana siguiente muy temprano, enfiló con su camioneta hacia la cumbre. A la hora, llegó a un lugar entre árboles, donde dejó el móvil y siguió a pié. Ascendió el resto del día. Al oscurecer, buscó un lugar adecuado y acampó cerca del río que bajaba de la montaña, que para esa época ya iba perdiendo parte de su caudal inicial y sus aguas realmente parecían cantar entre las rocas. Era una zona boscosa. La fauna era rica y podía cazar y pescar moderadamente en esa época del año. Con parte de los alimentos que había llevado y un par de truchas recién pescadas, se despachó una deliciosa cena y se puso a descansar. Desayunó unas frutas con té frío y luego se sentó a meditar sobre una roca grande en el medio del río, hasta que el sol le dio en el rostro. Levantó campamento y siguió escalando hacia la cima. El espectáculo desde el lado norte de la montaña era tan espectacular, que quedó asombrado. Aunque estaba ventoso, se dispuso a dibujar y pintar lo que veía. Más adelante encontró un refugio, una cueva con abrigo y literas. Un monje que allí se encontraba, compartió su té caliente con especias (canela, jengibre y cardamomo) y él aportó unas galletas marineras y carne seca de ciervo. Durmió toda la noche y temprano en la madrugada, siguió trepando, esta parte era más abrupta y difícil, tuvo que usar clavos y cuerdas, acompañado de otro escalador que lo acompañó gustoso. Hicieron cima al mediodía. El espectáculo desde allá arriba, era alucinante, aunque algunas amenazadoras nubes bajas no les permitían ver el valle por completo. Ya estaba lloviendo. Plantaron su banderín y bajaron sin demora, se venía la tormenta. Antes de llegar al refugio, encontraron un cervatillo con una pata herida y lo recogieron para asistirlo. Dieron cuenta de un jarro de vino caliente y algunas vituallas. Entablillaron al herido y descansaron. Sí, se puede decir que nuestro amigo, ya estaba sumergido en el cambio. Encararía luego el trabajo con más paz y sabiduría.


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[1] Wu-shu. Artes marciales chinas

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