miércoles, 28 de diciembre de 2011

Una decisión irrevocable

Aún era noche, recién los primeros albores se divisaban muy lejos, a la distancia.
No llevaba abrigo. El rudo frío del invierno tardío le calaba los huesos. Hasta las hojas tiritaban.
Llegó al paso nivel y se detuvo, justo sobre las vías. Movió la llave del motor, que tembló hasta extinguirse, confirmando la irrevocable decisión.
Robles y pinos frondosos, únicos testigos del drama, lo escudriñaban asombrados, sin agitar sus ramas que tal vez, podrían alertar a alguien que intentara salvarlo. Un silencio absoluto lo rodeaba. Esperó y esperó aguzando los oídos.
De pronto, allá muy lejos escuchó la sirena. No había duda, por fin se acercaba. Larga y lastimera escuchaba la queja, pero aún no vislumbraba nada.
El hombre dio un suspiro largo y se encogió de hombros, se frotó las manos vigorosamente para vencer el frío. Miró a los lados. De dónde vendría? Parece que de la derecha... Limpió el vidrio empañado por la escarcha con su mano helada, para ver mejor.
¿Sería un tren de carga, un rápido a Flores, a esta hora, ya bien pasadas las seis de la madrugada, seguramente estaría lleno de pasajeros! ¿Gritarían espantados al verle achatado entre los hierros retorcidos de su Taunus azul?
Otra vez sintió el aullido de la formación y ahora sí, no había duda, venía del Oeste, de Moreno a Capital. Sin sospechar nada, tomó la curva precipitadamente y en la oscuridad, apenas vio un bulto sobre las vías, como a cien metros…
El que esperaba, al mismo tiempo, vio la sombra de la locomotora con su estampa imponente, que giraba rápidamente. Era un diesel nuevito, de esos de dos pisos y ahora sí, sus faros mostraron claramente el sedán, encegueciendo momentáneamente al suicida.
Al verlo parado justo en frente, sobre las vías, el maquinista comenzó a pitar como loco, sabía que no podría frenar a tiempo y menos en la curva, de lo contrario, provocaría un descarrilamiento y un accidente mucho mayor. Debía frenar despacio y aguantar todo lo que vendría. Ya no podría llegar temprano a casa, justo en víspera de Año Nuevo…
Por un momento interminable ambos se vieron las caras, una de espanto, la otra, de alivio. Luego el horrible estruendo, un prolongado chirrido de arrastre, la tremenda opresión en el pecho y las piernas grotescamente retorcidas sobre su cara y nada más. Murió en seguida.

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