Por un tiempo,
la torva del desamor
abofeteó mis designios
y mi ser quedó cautivo
por los mordaces grilletes
de la soledad y el obligado exilio.
Oportunamente acepté el reto.
Ahora diluyo
las absurdas deshoras
de estos gibosos días,
pincelando el pentagrama
con mil versos floridos
de mi corazón gitano,
que vaga libre
por el orbe entero.
Tus ópalos nobles
con destellos de iris,
me guían y me bautizan
con su marino rocío
que jamás olvido,
porque manan de tu alma
que clama por alivio
y así ilusiono la mía, atrevida,
con el premio inmerecido
que tal vez alcanzaré
en soleado día.
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