En una gruta de alta montaña
que acaricia el firmamento,
tengo un crisol encantado,
donde una musa de oro
y dos querubines cenizos,
fraguan astros, iris y versos.
En un abismo oceánico
al que solo ellos acceden,
recogen espuma, burbujas,
estelas y perlas
para elaborar mis sueños.
A veces visitan galaxias,
atraviesan agujeros negros,
llegan a mundos ignotos
y traen esmeraldas, zafiros,
rubíes y otras piedras,
para pintar mejor el iris
de mis poesías.
También arrastran fulgores
del sol y otras estrellas
para que chispeen las palabras
y las estrofas tengan brillo.
Yo aporto mis alegrías,
penas y sufrimientos,
y como testigo de los del mundo,
amando me despellejo
o disfruto buenos momentos
y así voy viviendo y comprendiendo.
Con tan gloriosos ingredientes
y ayudantes tan selectos
deberían ser mejores mis escritos...
espero que me disculpen,
aún estoy aprendiendo.
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