Pandero de plata,
colgado del cielo
entre velos índigos,
me hechizas.
De tus fulgores se contagian
el mar y mi destino.
Vacío el pergamino en frente mío...
El viento me murmura al oído,
que esta noche ya no vuelves,
que entre nubes te has ido!
Apareces y te escondes,
las nubes te dan cobijo,
en un juego permanente
que enardece mis sentidos.
Qué quieres decirme
con tu suave latido?
Escríbelo en la orilla
con la espuma de las olas,
antes que se borre
con su trajinar continuo.
Mi musa de oro
y sus dos ángeles cenizos,
traen tesoros de mil paraísos,
resuenan sus canciones
en mis humildes oídos.
Hasta que entinto la pluma,
pierden su brillo:
vuelta a la fragua,
a mezclarse en el caldo
de un nuevo cultivo
y desconsolado,
vuelvo al principio.
colgado del cielo
entre velos índigos,
me hechizas.
De tus fulgores se contagian
el mar y mi destino.
Vacío el pergamino en frente mío...
El viento me murmura al oído,
que esta noche ya no vuelves,
que entre nubes te has ido!
Apareces y te escondes,
las nubes te dan cobijo,
en un juego permanente
que enardece mis sentidos.
Qué quieres decirme
con tu suave latido?
Escríbelo en la orilla
con la espuma de las olas,
antes que se borre
con su trajinar continuo.
Mi musa de oro
y sus dos ángeles cenizos,
traen tesoros de mil paraísos,
resuenan sus canciones
en mis humildes oídos.
Hasta que entinto la pluma,
pierden su brillo:
vuelta a la fragua,
a mezclarse en el caldo
de un nuevo cultivo
y desconsolado,
vuelvo al principio.
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