miércoles, 10 de julio de 2013

LA VUELTA

Manuel estaba cansado, sus sesenta y cinco años de trabajos duros en el campo le pesaban. Hacía changas en Puerto Huemul y alrededores y de vez en cuando iba a visitar a sus hijos en Bariloche.
Cuando falleció Alicia, su mujer y los hijos se casaron, se fue para no estorbar, decía él, pero pronto cumpliría los ochenta, lo que marcaba el fin de esa etapa. Era un tiempo de añoranzas, la vuelta al pago, al hogar.
En su mochila cargaba unas pocas pertenencias y en su corazón, algunas esperanzas. Sus amigos ya no estaban, pero tenía dos nietos que aún no conocía y al más pequeño lo iban a bautizar Manuel, igual que él.
Partió antes del mediodía en micro, pero éste se averió antes de llegar. Como aún era temprano, no quiso esperar y comenzó a caminar. Él ya había recorrido ese sendero bordeado de álamos y pinos muchas veces.
Los primeros brotes asomaban anunciando otro ciclo de nueva vida resurgiendo como siempre, sin prisa, lentamente.
El cielo azul del este contrastaba con los lila y rojizos del poniente, en lo alto de la montaña se veía mucha nieve todavía.
Se sentó a descansar a orillas de un arroyo tranquilo que luego debería vadear, sin advertir que alguien lo vigilaba.
Allá lejos, alcanzaba a ver a un pastor y su perro, que llevaban ovejas sedientas al río. Comió algo, tomó mate y se echó a sestear, arrullado por el rumor del agua que caía de la cumbre.
Soñó con una mujer con vestido largo negro y al despertar ahí estaba ella, pensativa, mirando la corriente sin decidirse a cruzarla.
Manuel le ofreció ayuda, pensó que todavía le quedaban fuerzas.
Al abrazarla, sintió un gran alivio…
El último cóndor que volvía hacia su nido los escoltó parte del viaje.

No hay comentarios: