Jacinto Suárez ya era abuelo, cuando
le internaron en el hospital para estudiar su rara enfermedad en la vista, que
los médicos no lograron diagnosticar. Jacinto fue perdiendo la capacidad visual
poco a poco, después de un accidente automovilístico y también lo atendían por
problemas motrices resultantes del mismo accidente, por lo cual decidieron
tenerlo bajo observación.
Mientras le hacían los
exámenes, compartió la habitación del hospital con el “Flaco Pérez”, como se hacía llamar
familiarmente. Era un hombre alegre y ocurrente. A Jacinto le pareció agradable
y trabaron amistad en seguida.
Hacía ya una semana y media, que Jacinto no veía más
que sombras y “el flaco” le relataba lo que sucedía en el hospital y fuera de
él. A través de la ventana, atisbaba la vida de sus vecinos y le relataba lo
que ocurría.
Le contaba de la hija del farmacéutico de enfrente,
que había ido a visitar a su tío a la ciudad de Córdoba y había vuelto con un
bebé en espera y con el padre de la criatura, que ahora estaba buscando trabajo
de panadero en la zona. Y acerca de la generosidad del jardinero del barrio,
que les arreglaba el jardín a los ancianos sin cobrarles y otras anécdotas que
amenizaban las largas jornadas de su doble encierro involuntario.
Y así fueron sucediéndose las horas y los días en
que ambos estuvieron juntos, con historias interesantes o graciosas, que a
veces le hacían reír de buena gana.
Una madrugada, Jacinto se despertó ante un silencio
inusual.
Su compañero ya no estaba, la cama vacía y recién
hecha. Intrigado, apretó el timbre hasta que llegó una de las enfermeras que
conocía bien y le dijo, que hacia un mes que esa cama no se ocupaba y no conocía
a nadie con ese apodo de "el flaco" y además, en la cuadra de
enfrente no había nada desde hacia tiempo, cuando se derrumbó un viejo
conventillo y ahora solo había quedado un terreno vacío.
Sin embargo, le contó que la cama de al lado, sería
ocupada esa misma tarde, por un señor que tenía un problema en el hígado y que
sería operado al día siguiente. Cuando Jacinto le preguntó el apellido del
nuevo paciente, ella respondió mirando la planilla que el apellido era Pérez.
–Y es flaco? –preguntó Jacinto.
(Con la preciada colaboración de Maria Isabel Retes)
No hay comentarios:
Publicar un comentario