miércoles, 28 de noviembre de 2012

G R A T I T U D Y B I E N E S T A R

Desde hace años escribo y hago fotografías. Es para darme gusto y a veces comparto ese arte con alguien más. Mis temas preferidos tienen que ver con el Amor, la Vida y la Naturaleza.
No estoy solo, alguien mayor que yo está siempre donde voy, se mantiene sin juzgar, discreto y lo respeto. Quisiera hablarle, cambiar impresiones, pero es callado, ausente, aunque está ahí.
Cuando camino por un parque o un bosque, en el valle o la montaña, a la orilla del rio o en la playa, estoy alerta para descubrir la belleza de la Naturaleza, un pájaro, un niño, una mascota, cualquier animalito silvestre, insecto, cosa o tema hermoso, diferente, armonioso, llamativo, conmovedor y trato de capturarlo, congelarlo en el tiempo, mediante la foto o la palabra, o ambas.
Ese Ser que me acompaña nunca opina, así que debo opinar por él. Esto le agrega más responsabilidad a mi ocupación, que más que un mero entretenimiento, es tiempo de calidad,  importante y disfrutable para mí.
El otro día pude apenas, para mi pesar, solo vislumbrar la sombra de un colibrí. Hacia un minuto que escuchaba ese sonido tan particular que emite… es como un “thh,  thh,  thh” y en seguida lo identifiqué, pero no lo pude ver, desapareció entre el follaje del muro norte de mi jardín.
Algunos saben que la tribu Navajo de Norte América, es sabia, sobre todo, en lo que tiene que ver con la Naturaleza y el Ser Humano. Hace poco, llego a mis manos un artículo de Flavia Carrión, un personaje multifacético que sabe mucho de todo lo concerniente a la Naturaleza, las plantas, las personas, el chamanismo y demás temas. Y justamente, allí comentaba que los Navajos “caminan en belleza”, o sea, que se sienten parte de lo que les rodea y lo veneran, caminan en medio de la hermosura, rindiéndole un tributo de amor y respeto a cada planta, a cada cielo, a cada ser, insecto, animal o humano que descubren en su recorrido diario.
Un filosofo chileno, sabio, maestro, artista, gurú, cineasta, mimo, psicoterapeuta, tarotista, genealogista, escritor y poeta: Alejandro Jodorowsky, contaba que cierta vez, cuando él era más joven (ahora tiene más de ochenta años) pudo ver que una vecina, se tomaba la tarea de limpiar la vereda y la calle de sus vecinos y Alejandro le pregunto extrañado, por qué lo hacía, a lo que ella contestó, que a su modo de ver, todo el barrio le pertenecía y se sentía responsable de que luciera bien. Desde entonces, también Alejandro comenzó a adoptar esta postura y a realizar arte que mejora a la gente, arte para sanar. Les lee el Tarot, para conversar con ellos y estudia su árbol genealógico, gratuitamente, ayudándolos a comprender mejor su presente, conocerse un poco más a sí mismos y resolver sus problemas, mediante atinados consejos o trucos psico-mágicos, por ejemplo. Sus libros se venden en todo el mundo.
Un relato aleccionador de Jodorowsky, es el de un anciano que vivía en China, en un caserío situado al lado de una montaña, que le tapaba completamente la luz del sol al poblado durante todo el día y muchos niños resultaban raquíticos. Así que una mañana, muñido de una cucharita de porcelana, salió de su casa. Algunos jóvenes del pueblo le preguntaron adónde iba y el anciano les contesto que estaba harto de vivir a la sombra y que iba a mover la montaña de lugar. Ellos rieron muchísimo cuando comprendieron que para eso llevaba la cucharita y ridiculizándolo, le dijeron que eso era absolutamente imposible, que nunca lo lograría, a lo que el viejo caballero contesto: “Si, ya lo sé, pero alguien tiene que comenzar”
Así que después de tantas lecciones de humanidad como estas, que son buenas noticias, dignas de publicarse en todos los diarios, en vez de las desgracias que muestran habitualmente, quise pasarles el santo, a ver si podemos difundir con acciones, ya no solo con dichos, estas maravillas, para que nos llenemos de alegría, gratitud y optimismo reparador y salgamos al mundo, cada uno de nosotros, con nuestra propia cucharilla de porcelana o el instrumento que nos parezca más adecuado, para realizar nuestra indispensable buena obra de cada día. 

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