Un “Selfy” de 1961…!!!
Hay toda una historia tras esta foto! Una historia que el domingo pasado cumplió cincuenta y tres años. En 1961 yo tenía dieciocho frescos años y era ágil, hacía
judo y aikido, pesaba 63 kgs, con un metro y setenta y dos de estatura, me
encantaba correr y saltar. Vívía en la calle Miguelete 1632, en Montevideo,
trabajaba en una oficina, en administración y ya era bastante independiente,
estudiaba derecho y luego largué para entrar en un banco, el de la República
Oriental del Uruguay. Cuando ya estaba por dar el exámen, conseguí, en cambio,
entrar más fácilmente a uno internacional, gracias al contacto personal con el
Director del Discount Bank (Overseas) Ltd., que era amigo de un tío mío, eso
fue el 12 de agosto de 1963. Estuve allí justo cinco años. Pero esa es otra historia,
no la que quiero contar ahora.
Tenía montado además en casa, un modesto taller fotográfico y una cámara italiana,
trípode y los elementos químicos para revelar las fotos.
Ella era toda una princesa europea, etérea, delgada con unos
pocitos al lado de su boquita roja de cereza brillante.
Era común que cada tanto hiciera una fiesta, la madre le
compraba vestidos con sedas y tules y se lucía muy coqueta.
Yo tenía un compañero de estudios, Carlos Itzaina, lindo pibe,
que la cortejaba y me invitó a aquella fiesta, yo llegué más temprano y la
conquisté… mi amigo me quería matar… pero no pudo hacer nada, Zulwer quedó
prendada de mi.
Un jueves 13 de julio de 1961, nos “arreglamos” y fue cuando saqué
aquella foto….
Ella vivía a ocho cuadras de mi casa y empecé a verla los
jueves y luego todas las noches, después del trabajo. Le llevaba los regalos
que podía imaginar, doce rosas rojas y una blanca de cabo largo, bombones, y
ella hacía tortas y compraba masitas, a veces me invitaban a cenar, y Zulma, la
madre, estaba encantada conmigo, me llamaba “zorro Mongo”, aduciendo quizás a
que siempre estaba ahí como si no pasara nada, y ella venía de su dormitorio en
puntas de pie hasta la sala a ver qué hacíamos y nosotros estábamos atentos a
cualquier ruido para que no nos sorprendieran besándonos… A veces mandaba a
“seriedad”, el flacuchín de Ticho, el hermano chico, que se sentaba en el
tercer almohadón de aquel legendario sofá…
Cuando llegaba la hora, como a las diez y media u once de la
noche, me tenía que retirar… qué dolor sentía en todo el cuerpo y en el
corazón, cómo separarme cada noche de aquella tan cálida, delicada y dulce fuentecita de
amor delicioso y puro! ¡Cómo la quería!
Nos casamos el 16 de enero del ’65, tuvimos cuatro hijas que
luego nos dieron ocho nietos, hubo años buenos y de los otros y finalmente nos
separamos, discutíamos…. Pero seguimos queriéndonos siempre… Murió de cáncer hace poco tiempo y me afectó muchísimo, aún
sueño con ella y está siempre presente en mi corazón.