Amaba demasiado.
No podía evitarlo.
Tomó las palabras de ella antes de la despedida y las atesoró en el grabador de voz del celular.
--"Te quiero mucho" la hizo repetir varias veces y esas palabras también quedaron encerradas en el corazón del amador. Ahora podría escuchar la voz de ella y su expresión de cariño, además de ver su rostro sonriente en la pequeña pantalla del aparato, que además, tenía una sencilla cámara fotográfica.
Esta vez, algo no salió bien.
El micro-teléfono volvió a su lugar con un chasquido quebrado y el amador mostró una mueca de frustración en su rostro generalmente alegre. En seguida sonó el aparato, testigo de tantos sentimientos encontrados. ¿Sería ella que tal vez se había arrepentido y lo llamaba para mejorar la situación? No, ahora era una de sus hijas, que quería informarle de un trámite que estaba manejando para su padre.
Receptiva, la joven notó algo extraño en la voz del progenitor y le preguntó qué le pasaba.
El padre le contestó: "—Nada hija, que un agujero negro se comió a la luna, al sol y a todas las estrellas de un solo bocado y no sé qué hacer"
--Andá papá, decime qué te pasa...no me jorobes!
--Bueno, son cosas del bandoneón, habrá que usar los violines --contestó el viejo, para evitar explicaciones incómodas.
--Dale, papá decime que pasa de una vez! me preocupás...!!!
--Qué querés que te diga: Estoy enamorado! y hay cosas que hieren... Es el precio que hay que pagar por amar.
--Estoy segura que vos lo podés solucionar, no te preocupes --dijo la chica.
--Claro, hija, con amor de verdad, siempre todo se puede arreglar!
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