Ambos se encontraron en el tren y comenzaron a conversar como si se hubieran conocido hacía mucho tiempo. El joven, era de Boston, Massachussets, de Nueva Inglaterra, en EEUU y la chica, era del sur, muy al sur, era de Argentina, de una ciudad junto a un gran lago, entre montañas, Bariloche, en la Provincia de Río Negro.
Conversaban acerca de sus estudios y sus planes para las vacaciones. Ella se llamaba Cora y el muchacho Duke. Hablaron largo rato y pasaron las horas, decidieron no dormir en sus camarotes y quedaron charlando en el comedor del tren. Pidieron unos muffins con frutas y nueces y tomaron té en abundancia. Nadie sabe cómo de pronto quedaron dormidos sentados uno contra el otro y así los encontró la mañana, llegando a Washington, D.C. El padre de Duke era un importante empleado de gobierno y la madre de ella, era vice-cónsul de Argentina en D.C.
Se despidieron los chicos, intercambiando direcciones, al tiempo que sus padres los encontraron, caminaron juntos los cuatro, hasta el estacionamiento y allí los automóviles tomaron direcciones opuestas.
Pasó el tiempo, pero no pasó para ellos ni un día en que no pensaran el uno en el otro.
Una noche de invierno, Duke tuvo que pasar por la Terminal de trenes y decidió llamar a Cora en ese momento. Quedaron en encontrarse para Navidad en la casa de Cora, ya que el padre de Duke y su madre estaban de viaje por Australia, adonde visitaban a su otra hija y demás parientes. Cortaron el teléfono y sucedió algo por demás extraño, se vieron juntos y mudos de asombro, se tomaron de las manos, mirándose muy fijo a los ojos, luego se abrazaron, preguntándose al mismo tiempo qué estaba sucediendo. Ya no se encontraban adonde se originó la llamada telefónica, estaban en una especie de nave hermética, sin puertas ni ventanas, absolutamente silenciosa. Luego de recorrerla observando cada centímetro cuadrado de su superficie, suelo, paredes combadas y techo curvo, no encontraron ni una abertura ni costura de soldadura, ni cerradura, ni botón que oprimir, ni nada. No parecía de metal ni de plástico, ni de ningún material conocido. Quisieron sentarse y apareció un cómodo asiento sin saber cómo. Ellos mudos y asustados no cruzaron palabras hasta que Duke miró su reloj pulsera y vio con mayor asombro que las agujas corrían velozmente y en el calendario del mismo, la fecha era la de un mes y 5 días anterior a la del día de la llamada. Finalmente, todo terminó en aquella misma Terminal de trenes, en aquella fecha donde se habían despedido. Ahora sus padres no estaban presentes. Decidieron llamarlos y les dijeron que el padre de Duke había perecido en un accidente automovilístico, tres horas antes, camino de la Terminal. El auto de la madre de Cora estaba destrozado y ella desaparecida.
Fueron a la Capilla de la Terminal y apenas conteniendo su emoción, le contaron todo al Padre que allí estaba.
Este no era un presbítero común y parecía que ya sabía todo lo que estaban pasando, sabía del múltiple accidente de la carretera y de varios muertos y heridos víctimas de algún error insospechado.
El cura les dijo que ya sabía que habían quedado solos y que la madre de Cora estaba aún con vida. Debían ir a verla urgentemente al hospital de la Terminal y que luego volvieran a verlo.
Corrieron al hospital justo a tiempo para alentar a la vice-cónsul que iba a quirófano para reparar un pulmón y dos costillas rotas.
De vuelta con el cura, éste les refirió que no eran personas ordinarias, como tal vez ya lo hubieran sospechado en algunos momentos. Ellos estaban llamados a realizar decisiones importantes para los suyos, que influirían en toda la humanidad. Lo mismo que les sucedía a ellos, le ocurría a miles de personas en el mundo entero, se sentían diferentes, más preocupados por todo lo que le ocurría al Universo y al planeta. Trataban por todos los medios de concienciar a todos los que los rodeaban, de los problemas ambientales, del hambre de África, Asia y tantos otros sitios, de las guerras fratricidas en distintas partes del mundo y se sentían impotentes ante tanta insensibilidad de aquellas personas que realmente podrían hacer algún cambio para mejorar cada situación.
Había un plan para cambiar lo que se podía cambiar. Estaban facultados para viajar en el tiempo, y aprender en minutos lo que a otros les tomaba décadas. Debían prepararse para salvar al mundo. Solo tenían que seguir el plan, que recibirían extrasensorialmente. Contaban con la nave para transportarse a cualquier época y lugar y realizar todo lo necesario para mejorar las situaciones. Había ya varias parejas que estaban siendo aleccionados como ellos en cien partes del mundo y pronto se sentirían perfectamente comunicadas con ellas telepáticamente, no precisaban otra forma de comunicación para acordar al unísono lo que más convenía al grupo, sin menoscabo de sus intrusiones en el pasado que inteligentemente sabrían evitar cualquier cambio que distorsionara el futuro inmediato o mediato. Lo único que necesitaban para tener todo el coraje y el entusiasmo necesarios para enfrentar tan duro reto, era la fuerza del amor de cada pareja y de todos, por el equipo internacional y por la humanidad en su totalidad.
Manos a la obra, empezá a participar ya. Si haces lo que te parece más adecuado, muy pronto estarás conectado con el resto del equipo. Buena Suerte!
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