Ellos viajaban por la zona, visitando a los grupos
humanos más carenciados, confortándolos espiritualmente, evangelizándolos y por
supuesto, también enseñándoles cómo alimentarse mejor, como protegerse contra
diversas enfermedades de todo orden, vacunándolos y medicándolos convenientemente.
Una noche en la que ellos pernoctaban dentro de su
camión, en el emplazamiento de la tribu Shereré, la aldea fue atacada
sorpresivamente por los hombres de la tribu Caminu, que venían a llevarse a las
mujeres y saquear todo.
Los Caminu no se metían con los religiosos, pero éstos
se pusieron en el medio, impidiéndoles el paso a la capilla y resultaron
muertos en la contienda.
El niño de apenas 20 meses, quedó llorando dentro del
camión por largo rato, mas luego salió gateando y caminando por sus propios
medios y se internó en la selva. Oportunamente, encontró un cacho de bananas y
allí se quedó a comer. Una puerca salvaje, a la que un puma había comido sus
cachorros, esa misma noche, con las tetas reventando de leche, aprovechó al
niño para aliviarse y anduvieron juntos durante un tiempo.
El pequeño Juan repetía algunas palabras que le habían
enseñado sus padres y muchas veces lloraba por horas llamando a su mamá y
repitiendo esas palabras sus nombres. El tiempo transcurrió
y milagrosamente, Juan sobrevivió, tras grandes penas.
Cuando ya tenía cinco años, corría por la selva, compitiendo con los monos para
conseguirse las frutas de las que se alimentaban.
Tenía miedo de todos los indígenas, porque había visto
cómo asesinaron a sus padres y lloraba mucho cuando se acordaba. Así que si
veía a alguno, se escondía cuidadosamente. Pero, un cazador que lo divisó,
fácilmente se acercó y lo atrapó, para llevarlo como trofeo a su asentamiento.
Al principio lo mortificaron bastante y se burlaron de
él porque su piel era algo más clara y su cabello dorado, pero lo cierto es que
lo cuidaron y alimentaron. Los otros niños se fueron acercando a Juan y pronto
estaban jugando juntos. Cuando jugaban a la escondida, nunca nadie lo podía
encontrar.
Pasaron unos años más y Juan tuvo que salvar las
pruebas de iniciación por la que pasaban todos los jóvenes que llegaban a la
pubertad y ya fue considerado guerrero por la comunidad.
El mago de la tribu simpatizó con el muchacho y le fue
enseñando sus cosas. Tal vez Juan recordaba más de lo creíble, a sus padres,
preparando y administrando medicinas, y trabajar junto al brujo, le complacía.
Pronto fue aprendiendo para qué servía cada musgo y cada hierba y cada fruto y
cómo preparar brebajes y potajes para aliviar malestares de todo tipo.
En una de sus correrías, con su amigo Yarurú,
llegaron, no sin miedo, a acercarse a los alrededores de Manaus, la Capital del
estado de Amazonas y Juan se quedaba embelesado mirando a la gente, sobre todo,
a aquellos que se parecían a sus padres.
Esto fue haciéndose costumbre y había algunos garotos[1]
a quienes Juan y Yarurú comenzaron a llamarles la atención.
Poco a poco se fueron comprendiendo y Juan les
preguntaba cosas de la ciudad y de la gente blanca que vivía en ella.
Los chicos le prestaron una camisa, y lo sacaron a
pasear por Manaus. Juan quedaba petrificado cuando veía las iglesias, algo
recordaba. Los chicos iban a jugar fútbol al patio de una de ellas y el cura
hacía de referee, preparador físico, etc.
En cierto momento, cuando estaba frente al cura,
repitió aquellas palabras que le recordaban a sus padres y volvió a repetirlas
diciendo: Juan y Anita Drummond. Este cura, Angelo Marchese, era amigo de los
Drummond, que habían muerto hacía algo más de diez años y sabía que Juancito
nunca fue encontrado. Fue fácil asociar y darse cuenta de lo que pasaba. Así
que fueron a la Delegacía de Polícia[2]
más próxima y confrontaron las huellas digitales del niño con las
registradas, confirmando que era la misma persona.
Desde entonces, Angelo se sintió responsable del
chico, le contó quién era realmente, le mostró fotografías de sus padres con él
en brazos y le explicó todo lo que había pasado. También le dijo que quería
adoptarlo y darle una buena educación. Cuando le preguntó qué iba a ser cuando
fuera grande, le contestó que médico brujo, que ya estaba capacitado para curar
gente.
Así que Angelo lo llevó con él al hospital. Le mostró diversos
casos, con la complicidad del médico Don Evaldo y pronto vio algo que podía
curar. Un hombre tenía un sarpullido en un costado del pecho. El Dr. Evaldo
dijo que ellos no lo habían podido aliviar, que probablemente era algún bicho
extraño. Juancito extrajo de su morral unas hojas, las mojó en agua caliente y
aplicó el caldo a la zona afectada. Le indicó al médico que siguieran haciendo
eso todo el día y que el daño desaparecería muy pronto.
Le hicieron caso y 48 hs más tarde había desaparecido
la erupción completamente.
Así que no lo dudaron mucho, lo encaminaron para que
fuera médico, previa escuela y secundario. En su tiempo libre, ayudaba como
enfermero en el hospital.
Pasaron los años y Juan llegó a diplomarse como médico
y Pastor Evangelista.
El hombre veía claramente lo que le ocurría a una
persona, antes que se desvistiera para examinarla, luego simplemente constataba
su premonición.
Solicitaba al Gobernador que destinara más rubro para
la salud de la población y para edificar un hospital y una iglesia a 200 km al
norte de Manaus, sin resultado alguno.
Viajaba a la selva a recoger yuyos, raíces y frutos
diversos, con los que ayudaba a los pobres que no podían pagar las caras
medicinas de la farmacia. Formó un equipo de médicos y enfermeras para que le
ayudaran. Y también aleccionaba a los curanderos de las distintas aldeas, para
aliviar y mejorar las condiciones de la muchedumbre.
Dos veces al año se internaba con algunos de sus
discípulos en el Amazonas, atendiendo gente durante un par de meses.
Cierta vez, el Gobernador del Estado, con muchas
reticencias, por las incontables discusiones mantenidas con el médico, no tuvo
más remedio que llamarlo, porque su esposa estaba muy enferma y nadie la podía
curar.
En ese mismo momento, Juan le susurró al Gobernador,
que ella ya estaba curada.
El hospital y la iglesia fueron construidos ese mismo
año.
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