La semana anterior le habían encontrado
un cáncer, con diagnostico reservado. Al mismo tiempo, su mujer lo había abandonado,
justo antes de que cumplieran las bodas de plata y se había largado de la casa
con sus pequeñas hijas gemelas, que eran la alegría de su padre. Ese
departamento y un pequeño auto, fue todo lo que pudo
comprar después del reparto. Juan tiritaba. Por un momento pensó encender la estufa pero la curiosidad ganó. Pasó la mano por la zona viscosa con cuidado, era fofa, el dedo se hundió fácilmente en ella. Luego
introdujo lentamente dos dedos, luego la mano y finalmente el brazo. Tenía una sensación
de agradable calor, en medio del frío del departamento, así que a
pesar de sus temblores de miedo y frío, introdujo una pierna y por último, agachándose, pasó al otro lado. Lo
que vio lo dejo mudo.

Lo que encontró no fue el
corredor interno de su departamento, sino una plaza, una estación de tren ultra
moderna al aire libre y gente que pasaba por ahí enfundada en ajustados trajes de
colores, parecidos a los que usan los deportistas, pero con mas bolsillos y
aparatos, algunos con patines muy rápidos, especies de autos que volaban. Juan aun estaba con el pijama de invierno con el que se había levantado
aquella increíble mañana invernal, mojado por el chapuzón en las olas, sucio de arena y gelatina, desentonando
con la vestimenta pulcra, brillante y moderna de algunos transeúntes, que unos
pasos más lejos, se juntaban a mirarlo con curiosidad, mientras otros apurados, mostraban total indiferencia.


Un tipo alto y fornido, en ajustado traje azul y plata, se
acercó cuidadosamente y le preguntó en un idioma que no era ingles, ni español,
ni otro que Juan conociera y sin embargo, asombrosamente, le entendió
la triple pregunta: Que hace aqui, como se
llama y en que lo puedo ayudar. Juan le contesto temblando, que no sabía lo
que le pasaba, ni donde estaba y que se llamaba Juan Vistas.

Que habrá contestado Juan?
Vos, en su lugar, que harías?